Me cansé de repetir en mi vida lo mucho que adoraba mis camisas y mis chaquetas. Llegué incluso a echarme unas risas con mis amigotes alardeando de que si algún día me las robaban, ya no merecería la pena vivir… Y permití que ella se enterara de que era capaz de dormirme en cualquier sitio, y que para mí, una almohada carecía de importancia, cualquiera me servía… Lo tuvo fácil para joderme el día que me echó de casa…
Así fue mi final con Eva. A día de hoy comparto mi vida con una mujer con la que nunca hablo de mis camisas y que piensa que sin mi almohada no soy nadie.