Pablo se levantó aquella mañana a las ocho, para preparar celosamente el ramo que iba a enviarle a su amada. Un ramo que llevaba tres meses preparando; el único capaz de contarle que la olvidaría para siempre…
Y guardó los pétalos en una cajita. Cajita que abriría cada San Valentín, esperando que le recordara que estando solo era feliz.